Este blog desea servir de vehículo de encuentro y de divulgación de los mitos latinoamericanos, para contribuir a que los antiguos personajes y situaciones simbólicas arquetípicas se contacten de nuevo con nuestras conciencias, despertando esa antigua habilidad que tenían nuestros antepasados de leerlas intuitivamente y de servirse de ellas como alimento espiritual. Para contextualizar el tema recomendamos iniciar con las lecturas de Pueblos indígenas en Latinoamérica, Pueblos indígenas en Colombia, Sentir Indígena, Definición de Mito,Consecuencias de olvidar los mitos, Mitos en Latinoamérica, Formas del Mito y Mitos de Creación. En estos últimos se desea hacer un especial énfasis.


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sábado, 18 de enero de 2014

Colombia - Mito Huitoto - Nofideño, la Gran Madre

Los indígenas Huitoto (o witoto) habitan en la zona del sur del departamento del Amazonas de Colombia. Se estima que esta etnia tiene una población de 6.245 personas. Los Huitoto hablan diversos dialectos de acuerdo con la zona donde se asientan. Este relato está tomado Las palabras de origen, de la Biblioteca básica de los pueblos indígenas de Colombia, del Ministerio de Cultura. El autor de este compendio es el filósofo colombiano Fernando Urbina. La narración es la siguiente:

Ella se llama Nofïdeño y es la madre de todo. Genera los temblores, que es cuando cambia la tierra de puesto y sacude todos los árboles frutales para que alternen los frutos y pueda así aumentar la gente.
Ella se acurruca para dar a luz y al hacer la fuerza necesaria para parir las frutas vienen los remezones de la tierra, eso que llamamos temblores.
Cambia de hombro la tierra y revisa los árboles del otro lado. De esa manera descansa, pero la tierra tiembla; entonces dice:
–¿Por qué mis hijos no quieren aumentar? Voy a mirarlos.
Baja entonces el mundo de su hombro y busca entre los árboles aquellos que son estériles, que no dan fruto, y arranca y bota y los cambia por buenos, para que todas las mujeres den a luz hijos en esta tierra con el fin de que no se desperdicien las frutas trabajadas por el hombre. Y esto es muy claro, pues entre más poquita sea la gente, más se desperdician las frutas.


De ahí viene nuestra costumbre de que si un hombre consigue una mujer, si resulta estéril, entonces se separan, pero si es buena trabajadora la aprecian por su diligencia y la dejan, siempre y cuando el varón consiga otra mujer en quien tener los hijos. Y ahora, sigamos con la historia.
Luego de haber hecho esos movimientos, nacimos nosotros. También nacieron el tabaco, la coca y los árboles frutales. Fue nuestra madre Buinaiño quien nos parió en esta tierra. Ella es la misma Nofïdeño.
Buinaiño nos dio a mamar de sus senos y luego les dejó ese poder a todas las mujeres para criar a los hijos con solo leche; y los niños pueden así engordar y crecer alimentándose con solo líquido.
Buinaiño, luego de habernos parido, se sacudió limpiándose toda la mugre que tenía antes y quedó jovencita. La basura la soltó lejos donde se convirtió en árboles cuyas frutas solo comen las bestias. Fueron esas las primeras frutas que se conocieron sobre la tierra.
Después de haber parido todo, ella quedó contenta de ver crecer a sus hijos bien alentados, sin ninguna enfermedad. Entonces ella miró para arriba y vio que ya no estaba sola, porque desde arriba estaba mirando nuestro padre Juzíñamui, quien estaba vigilando y quien cuida el mundo. Luego ella miró hacia abajo y vio a Buinaima, cuidando también de sus hijos para que nada les pasara.
Fue desde ese momento que Buinaiño tomó varios nombres:
«Madre de las frutas», «Madre de la humanidad», «Madre de los ríos»,
«Mensajera de Juzíñamui» y «Madre de la Creación».
Ella en medio de los ensueños lo encontró todo y nos lo trajo. No la vemos porque siempre viene en sueños.
Ella se pone muy contenta y cambia la tierra de un hombro a otro; es cuando nosotros gritamos que la tierra se nos viene encima, que el mundo se va a voltear, que el mundo se va a partir, y todo es falsa alarma: no pasa nada.
Ella, Buinaiño, es la dueña de todo. Para que nos acordemos de ella, hace que la tierra tiemble al cambiarla de hombro, así caeremos en cuenta de que somos sus hijos y que hay un ser supremo que está dominando la tierra.
Nosotros nacemos de las mujeres, pero la que nos pare en este mundo no es propiamente nuestra madre, esta es solo una imagen de Buinaiño. Ella es la que en verdad nos da la vida. Igual sucede con el padre: el que está presente no es propiamente nuestro papá, él es solo una imagen de Juzíñamui y de Buinaima, ellos son quienes nos dan la vida.
Nosotros decimos moo, o sea «papá», porque nos hace crecer y nos cuida.
Cuando tiembla, nosotros preguntamos: «¿Quién hace el movimiento?», y la coca nos cuenta por medio de nuestros sueños que es nuestra madre quien lo hace, que ella se llama Nofïdeño y que ha nacido antes de haber nacido la tierra.
Ella conoce los nombres de todas las cosas que hay en la tierra porque ella fue la que parió y puso nombre a todos los seres. Es por eso que nosotros le pertenecemos y la respetamos.
Ella hace los movimientos para que todos sus hijos se den cuenta y algunos salgan con inteligencia y curiosidad de saber las cosas que ellaha hecho en este mundo, para luego enseñar a los que sigan naciendo.
Nuestra madre que es dulce, buena, cariñosa y amable nos arrulla con sus dulces canciones y hace dormir al mundo. Es la noche. Al despertar, ve a sus hijos afligidos. Entonces ella con sus caricias los baña y al mismo tiempo refresca el mundo y calma la sed de todos.
Es el rocío y la lluvia.
Muchas veces, cuando las frutas se están secando, para que no se vuelvan raquíticas, manda agua para que beban. Es el invierno.
Por eso, todas las cosas que ella nos dejó, desde la leche del seno hasta las frutas, son dulces. De ahí conocimos la yuca, el tabaco, la coca y también nacimos nosotros. Por eso todos tenemos madre, incluso
hasta los animales que crían sus hijos con las frutas que son propias de ellos.
Después de haber parido todo, y una vez concluida su tarea, ella se puso el nombre de Komuidaño, quiere decir «Generadora de la gente», Creadora, «La que hace nacer».
Son cosas que hoy día estamos olvidando; nos importan poco pensando que eso es cosa de viejos. Por eso nosotros hoy día no aumentamos: es porque la tenemos olvidada y ella, para probarnos que ciertamente existe, hace sus movimientos cambiando la tierra de un hombro a otro. Entonces tiembla.
La Madre removiendo todo hace saber que no deben olvidarse las cosas de antigua, todo lo que ha sucedido, lo que ella ha hecho. Quiere que todos la tengamos presente para que así vuelva a aumentar la gente como en los viejos tiempos.
Buinaiño arregla toda la casa, acomoda cada cosa en su lugar, baña a sus hijos para que vivan limpios y crezcan sin ninguna enfermedad, y ordena que así procedan con sus hijos todas las mujeres que hay en la tierra.
Ella es la «dueña de la yuca brava», «dueña de la yuca dulce», «dueña de la piña», «dueña del maní». Ella trajo [«sacó»] todo eso para que la gente aumente y lo dejó como herencia a sus hijos.
Ella hizo jechar la tierra y la sostuvo, y por eso tomó el nombre de Moziraño. Otro de sus nombres es Bagïdaño, porque es capaz de hacer y multiplicar todas las cosas. Ella no se cansaba de sostener el mundo, por eso se llama Nofïdeño, «Mujer de piedra», porque el sostén del mundo –su osamenta– es la piedra, pero ella es la misma Buinaiño.
De ella misma nacen todas las cosas porque es la madre de todo el mundo. Cuando ella tomó el nombre de Komuya Buinaño y Jebuya Buinaiño, eso quiere decir nacer y aumentar, fue cuando empezaron a proliferar todas las gentes. Al decir ella esas dos palabras se producía la multiplicación y luego vino la división por tribus de toda la gente.
Todos venimos de ella. Algunos piensan y dicen sin saber: «¡Yo soy distinto; yo soy de otra gente!».
Olvidan que todos venimos de una sola madre, que todos tenemos un mismo origen.
Ella, después de haber hecho todo, cogió en sus manos la tierra y le puso un poco de goma* para que no se fuera a caer de sus manos, para que sus hijos no padecieran en forma alguna.
Ella, cuando hace los cambios de posición o los movimientos, toma el nombre de Jerénoaño. Ella hace esos movimientos cuando está probando si están firmes todas las cosas que ella ha hecho.
Luego de probarlas las coloca en su puesto.
Nosotros hacemos lo mismo: probamos primero las cosas y las frutas. Si se encuentran aún verdes no las cogemos, y si un alimento no está bien preparado no lo servimos, así como nuestra madre lo hizo dando ejemplo.

Haciendo sus movimientos, viendo que todo estaba firme, ella asentó su cuerpo, dejando su nombre grabado en la tierra: Nofïdeño.

1 comentario:

Anónimo dijo...

no entiendo nada en realidad nofideño es la tierra, un dios o naturaleza. no entendiii???